A Héctor Duvachelle
La Voz de Guarenas 30/12/1985 |
—Ni
muerto lo dejarán. Mejor es que le escriba al viejo pascuero y le pida de
regalo ese permiso—, dije yo de entrometido.
Volvió su
mirada ojerosa, enmarcada por un huesudo rostro pálido, y
modulando
lentamente, como si estuviera sobre un escenario, me lanzó este dulce desafío:
“te apuesto una botella de vino a que me voy este año”.
Me
conmovió su seguridad, sin decir mucho más, sellamos el pacto con un apretón de
manos.
Meses
después lo volví a encontrar en el aeropuerto de Maiquetía.
Yo había
ido a despedir a una amiga. Lo miré de lejos, con envidia, pensando que
finalmente había conseguido el permiso para regresar. Di por perdida la botella
y me arrepentí de no haber hecho mi solicitud. Fue una falsa alarma: él
despedía a su esposa quien pasaría las Navidades en Chile. Héctor fue asesinado
en una calle de Caracas por la que vagaba solitario en plena Nochebuena. Dos
días más tarde sus restos llegaban a la tierra en que lo parieron.
¡Extraña
forma de ganarme la apuesta!
Juan Schilling
Caracas, 28 de Diciembre de 1985
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