Página perdida ...

Página perdida del cuento “Anacleto Morones” de Juan Rulfo encontrada casualmente por Juan Schilling.

(lea el relato completo antes, durante o después de leer esta página)
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Jacinta, quien había estado medio calladona, no rechazó el huevo que le ofrecía Lucas. Soltó el pañuelo negro que amarraba su cabeza y puso en él su huevo junto a otros tres que fueron despreciados. Besó el rostro de Anacleto Morones bordado en el escapulario y ató con éste su paquete.
−Tu niño Anacleto sirve hasta para amarrar huevos– dijo Lucas Lucatero, en tono provocador, –te veo cara de ser de los míos.
−Dios me libre de parecerme a ti, Lucatero– respondió Jacinta con cara de asco. −El hambre no es lo mismo que las ganas de tenerlo todo. Soy pobre, más pobre que todas. No tengo vergüenza de recibir los huevos de las gallinas que pertenecieron a Anacleto Morones y que hoy son tuyas Lucatero.
−Esas gallinas son tataranietas de las que le robabas a tu niño Anacleto, cuando cocinabas para él y su niña chiquita y quizás que más hacías– dijo Lucas, mirándole las caras a las otras.
−Yo cocinaba y hacía de todo por él y por la niña, y el no me daba nada, y jamás me metió en su cama como tu quieres hacerles creer a éstas – respondió Jacinta.
−Anacleto Morones tenía nariz fina. El olor a ajo y cebolla le gustaba en la mesa y no en la cama, Jacinta– concluyó Lucas Lucatero y se fue a buscar agua.
Jacinta se marchó con su paquete de huevos, antes de que aquél regresara.
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Este fue un ejercicio realizado en un taller dirigido por José Ignacio López Vigil en 1991. Nunca supe si era un ejercicio de humildad, porque escribir como otro es negarse a uno mismo, o un ejercicio de vanidad porque éso es pretender escribir como Juan Rulfo.

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